Marzo 2023

lunes, 22 de agosto de 2011

Geografía de España. Recursos hídricos, vegetación y suelos.

Introducción

La importancia del agua es incuestionable. Su presencia en la Tierra, en el cuerpo humano o en las plantas, no sólo es imprescindible sino que es el componente que se encuentra en mayor cantidad.
De ahí la necesidad de su estudio, toda vez que podemos afirmar que agua hay mucha pero no homogéneamente repartida, ni todos los estados físicos del agua permiten su aprovechamiento (el agua de los polos, por ejemplo). A la vez, hay que considerar que el crecimiento demográfico lleva aparejado un mayor consumo. El agua es, pues, es un bien escaso a escala planetaria. ¿Y en España? La respuesta es similar: hay recursos hídricos suficientes para el abastecimiento de la población y de sus actividades productivas, pero estos recursos están desigualmente repartidos por la península Ibérica, coherente con la distribución de sus climas y del relieve.
Actualmente en España hay un debate público entre diferentes territorios por el reparto del agua, en el que participan no sólo agentes políticos sino asociaciones de ciudadanos (ecologistas, colegios profesionales, comunidades de regantes, sindicatos agrarios, ...). El debate gira en torno a la posibilidad de trasvasar agua de unas zonas a otras. Las consecuencias de optar por unas posturas u otras afectan al tejido productivo, sobre todo agropecuario, de ahí su enorme interés. Y a la sostenibilidad de nuestro patrimonio natural (fauna, vegetación, suelos,...).
Por el momento no hay mucho acuerdo. Vamos, en nuestro caso, a poner en claro los conceptos geográficos necesarios para poder entender dicho debate.

La red hidrográfica de España 

Toda el agua que corre por la superficie del territorio español conforma la “red hidrográfica española”, cuya distribución es irregular. Por el estudio de la evolución geomorfológica de nuestro relieve sabemos que la Meseta presenta un basculamiento hacia el Atlántico provocado por los movimientos Alpinos (era terciaria), que provoca que una gran parte del agua que recoge dicha superficie desagüe en el Atlántico. Por el mismo motivo, los sistemas montañosos peninsulares contribuyen a la división del territorio en diferentes vertientes: Vertiente atlántica (cántabro-atlántica) y vertiente mediterránea, cuyos ríos presentan características diferentes. Los archipiélagos muestran redes hidrográficas de menor entidad. A su vez, cada vertiente está formada por cuencas hidrográficas (una cuenca hidrográfica se define por el total del territorio cuyas aguas confluyen en un río principal y sus afluentes).

Las características de estas vertientes son:
Vertiente cántabro-atlántica: Supone el 70% del agua total recogida en la península. Hay que diferenciar entre la cantábrica y la atlántica.

Vertiente cantábrica:
– Estamos en la zona de predominio del clima oceánico, donde las abundantes y regulares precipitaciones perfilan unos ríos cortos, caudalosos y regulares. Debido a la proximidad de las montañas al mar, los ríos van muy encajados en el relieve y llevan mucha pendiente para salvar el desnivel existente entre el mar y los sistemas montañosos. Tienen alta capacidad de erosión.
– Destacan el Narcea-Nalón, Bidasoa, Pas, Eo, Ulla, Nervión, Deva, Nansa, Cares, Sella, Navia y el Miño, que aunque desemboca en el Atlántico sus características se corresponden con los de esta vertiente.
Vertiente atlántica:
– Estamos en la zona de predominio del clima mediterráneo de interior. Sus ríos, que atraviesan la Meseta, son largos y de escasa pendiente. Su caudal es variable, más caudaloso al norte y menor en el sur, como el del Guadiana. Su aprovechamiento se reparte entre la agricultura y la producción de energía hidroeléctrica.
– Destacan el Duero, Tajo, Guadiana y Guadalquivir.
Vertiente mediterránea: en la zona del clima mediterráneo costero, la principal característica de los ríos de esta vertiente es su irregularidad. Son ríos cortos, poco caudalosos y sufren grandes crecidas y acusados estiajes, llegando algunos a secarse al final del verano. Un caso especial es el Ebro, de gran longitud, caudal y regularidad, debido a que se alimenta de agua y nieve de diferentes sistemas montañosos a lo largo de su recorrido.
La existencia del acusado estiaje de verano ha provocado diferentes intentos de los poderes públicos de arbitrar soluciones, como el Plan Hidrológico Nacional de 2005, que anulaba el trasvase de agua desde el Ebro a la comunidad valenciana, a Murcia, Almería y Barcelona sustituyéndolo por el proyecto A.G.U.A. (Actuaciones para la Gestión y la Utilización del Agua), que persigue racionalizar el uso del agua considerándolo como un bien escaso que hay que consumir con responsabilidad. Así, trata aspectos que van desde la educación medioambiental hasta la mejora de la infraestructura de abastecimiento, pasando por la mejora de la calidad de agua de lagunas y ríos, mejorar la educación de los ciudadanos en cuanto al consumo de agua, medidas de protección contra la contaminación de manantiales, etc.
– Destacan el Ebro, Mijares, Turia, Júcar Vinalopó, Segura y Guadalhorce

Características de los ríos españoles

A la hora de estudiar un río, hay que estudiar una serie de elementos que lo definen, y que varían según la época del año. Todos estos elementos configuran su régimen fluvial, es decir, las fluctuaciones estacionales del volumen de agua de un río. Los aspectos que se tienen en cuenta para el estudio del régimen fluvial de un río son:
Su caudal (o caudalosidad): relacionado inexcusablemente con el régimen de precipitaciones que lo acompañan a lo largo de su curso. El caudal es el volumen de agua que fluye por su cauce.
El caudal puede ser absoluto o relativo. Es absoluto, y se mide en m3/segundo cuando cuando se mide el volumen de agua que corre en un momento determinado. Si lo que se mide la cantidad de agua recogida en relación con la superficie de la cuenca hidrográfica a la que pertenece, entonces hablamos de caudal relativo, y se mide en litros/Km2.
Su irregularidad: las variaciones en las precipitaciones provocan una gran irregularidad en los ríos de la península Ibérica. Esta irregularidad se da tanto en ciclos anuales como en periodos más largos con variaciones entre unos años y otros. La mayor regularidad se da, claro, en los ríos de la vertiente cantábrica, incluidos los gallegos. Por el contrario, son los de las vertiente mediterránea los más irregulares.
Las consecuencias (económicas, medioambientales,...) de esta irregularidad ha hecho que las administraciones públicas adopten medidas para evitarlas o reducirlas, construyendo embalses y canales para trasvasar agua de unas cuencas a otras.
Su capacidad de arrastre: capacidad para transportar materiales sólidos, tanto en suspensión como por rodamiento. La pendiente, el tipo de suelo y la cubierta vegetal determinan la capacidad de arrastre de un río.
Estos aspectos (el régimen fluvial) se ven condicionados por una serie de factores, entre los que destacan:
El relieve: En las zonas montañosas, donde además de la pendiente tenemos mayor aporte de precipitaciones (agua y/o nieve) es donde más fuerza lleva el agua de un río.
Litología: la permeabilidad o no de los suelos es un factor que influye en el volumen de agua transportada (caudal).
El clima: es el principal factor, pues es el responsable de las precipitaciones que aportan agua al río. Del mismo modo, el factor de la temperatura del clima también influye, pues la mayor o menor insolación tiene consecuencias directas en el caudal del río por la evaporación del agua.
La vegetación: su presencia fija la tierra al suelo y evita ser arrancada y arrastrada por las escorrentías (agua corriente superficial procedente de las precipitaciones).
El factor humano: el uso que el hombre hace del agua para el riego agrícola y el abastecimiento de las poblaciones, así como la construcción de infraestructuras (presas,...) altera claramente el régimen natural de los ríos.
La combinación de estos factores genera regímenes fluviales tipo, que son:
– Régimen niva l: se nutren de las precipitaciones en forma de nieve. Tienen un
máximo de agua a finales de primavera, por el deshielo, y un mínimo en invierno.
Los ríos con régimen nival se localizan en las zonas altas del Pirineo. Son
relativamente irregulares y no son muy caudalosos. Destacan el Caldrés y el Segre.
A su vez, estos ríos mantienen el caudal de ríos mayores como el Ebro.
– Régimen pluvia l: sus aporten proceden de las lluvias.
Pluvial oceánico: el de los ríos de la vertiente cantábrica y gallegos. Son regulares y caudalosos.
Pluvial mediterráneo: muy irregulares, poco caudalosos. Estos ríos sufren avenidas fortísimas y estiajes pronunciados, según las estaciones. Es el caso del Júcar, Segura y Turia.
Pluvial subtropical: variante del anterior, caracterizado por un estiaje extremo, propio de ríos del interior de la Meseta y del sudeste peninsular.
– Régimen nivo-pluvial: parecido al nival pero con un máximo secundario en otoño y los inviernos con estiajes menos marcados. Es el caso del Gállego y el Ter
(solo en el curso alto de ambos ríos).
– Régimen pluvio-nival: más peso de las precipitaciones líquidas que de las producidas en forma de nieve. Su máximo caudal se produce al final de la primavera, aunque su mínimo de invierno es inapreciable. Es el caso de los grandes ríos de la península que tienen afluentes nacidos en alta montaña, como el Guadalquivir, que por el Genil recibe agua de las nieves de Sierra Nevada.

Principales ríos de la Península Ibérica

 
Lagos y lagunas


En España existen cerca de 2.500 lagos y lagunas. Son de tamaño reducido y algunos se secan en verano. Son espacios muy alterados por el hombre, que extrae el agua para el cultivo, abastecimiento urbano o son lugares donde se realizan vertidos de basura.

El origen de estos lagos puede deberse a:
Lagos glaciares: están sobre valles que fueron erosionados como consecuencia del desplazamiento del hielo glaciar. En el Pirineo existen más de 1.000. El agua es permanente y en invierno se suelen helar.
Lagos kársticos: en terrenos con roca caliza o yeso, que se van disolviendo por la acción del agua. Ejemplos son las Lagunas de Ruidera (Ciudad Real) el Lago de Banyoles (Gerona).
Lagunas endorreicas: se generan por las lluvias que caen durante el año, pudiendo quedar secas en verano. Dan lugar a suelos de base salina, mostrando una costra de color blanco cuando están secas. Las encontramos en las tierras llanas del interior peninsular, sin salida a ningún río.
Lagos volcánicos: encajados en los antiguos cráteres volcánicos, como los del Campo de Calatrava (Ciudad Real).
Lagos tectónicos: sobre terrenos hundidos (fosas tectónicas), como la laguna de La Janda (Cádiz).

Humedales costeros en España
Son espacios de gran valor ecológico por su carácter fronterizo entre tierra y mar:
Deltas: territorios formados en la desembocadura de los ríos al depositar los sedimentos transportados. Destaca el delta del Ebro, que incluye lagunas en su interior.
Albuferas: en zonas de la costa mediterránea donde no se hace sentir el efecto de las mareas, una barra arenosa hace de dique e impide la salida del agua. Especial mención merece la Albufera, en Valencia.
Marismas: en las desembocaduras del Guadiana, Tinto, Guadalquivir (cuyas marismas forman parte del Parque Nacional de Doñana), Odiel y Guadalete. A estos humedales sí les afectan las mareas.
Las rías del Cantábrico presentan también humedales costeros, afectados por las mareas, como las marismas de Santoña, Gernika, Foz u Ortigueira.

Acuíferos
Son embolsamientos de aguas subterráneas que proceden del filtrado de las precipitaciones en determinados suelos y que se acumulan en los estratos impermeables. Son aguas muy puras, pues además del filtrado están protegidas bajo tierra del ataque de organismos nocivos.
Se suelen utilizar como complemento al agua embalsada utilizada para consumo humano y el riego agrícola, aunque en zonas de escasos recursos hídricos, como Baleares y Canarias más que complemento son, casi, la única fuente de agua para la población. En zonas costeras la sobreexplotación de los acuíferos puede provocar su salinización lo que significa su pérdida para el consumo humano y para la agricultura.
Hay catalogados actualmente más de 400 acuíferos en la península Ibérica, la mayoría cerca de ríos, terrazas y llanuras fluviales (como las del Duero, Tajo y Guadalquivir)

Vegetación y suelos

España cuenta con una gran variedad vegetal y animal en su territorio. Además de la evolución geomorfológica y su situación en la zona templada del planeta, esta variedad se explica por tener un relieve muy contrastado, con llanuras y montañas, costa e interior, archipiélagos y continente.
Dicha variedad está relacionada con la división climática de la península Ibérica, de modo que a las tres zonas climáticas principales (oceánica, mediterránea y subtropical) le corresponden otras tres mregiones con diferente vegetación: eurosiberiana, mediterránea y macaronésica.
Existe una estrecha relación entre vegetación y suelo. Para comprenderla mejor, veamos primero unos aspectos básicos sobre los suelos.

El suelo

Formación: se forma por la alteración de la roca a través de procesos físicos, químicos y biológicos, pues la acción de agentes atmosféricos, unida a la de los seres vivos, fragmenta la roca y altera sus minerales.
El perfil del suelo: con el paso del tiempo en el suelo se distinguen horizontes: niveles horizontales que se desarrollan en el interior del mismo y que presentan diferentes caracteres de composición, textura, adherencia, etc. El perfil del suelo es la ordenación vertical de todos estos horizontes.
En los suelos completos o evolucionados se distinguen tres horizontes fundamentales que desde la superficie hacia abajo son:

Horizontes del suelo:
• Horizonte A : Es el más superficial y en él enraíza la vegetación herbácea. Su color es generalmente oscuro por la abundancia de materia orgánica descompuesta o humus elaborado, determinando el paso del agua arrastrándola hacia abajo, de fragmentos de tamaño fino y de compuestos solubles.
• Horizonte B o zona de precipitación : Carece prácticamente de humus, por lo que su color es más claro, en él se depositan los materiales arrastrados desde arriba, principalmente, materiales arcillosos.
• Horizonte C o subsuelo : Está constituido por la parte más alta del material rocoso in situ, sobre el que se apoya el suelo, más o menos fragmentado por la alteración mecánica y la química, pero en él aún puede reconocerse las características originales del mismo.
• Horizonte R o material rocoso : es el material rocoso subyacente -”roca madre”- que no ha sufrido ninguna alteración química o física significativa.

Composición: materia inorgánica o minera l , procedente de la roca madre, y materia orgánica, procedente de la descomposición de restos orgánicos animales o vegetales y la formación del humus.
La importancia del suelo: se la otorgan tres aspectos de gran interés:
El ecológico: soporte y alimento de vegetales, es necesario también para la fauna. Tanto vegetales como animales participan en la edafogénesis, aportando biodiversidad al interior del suelo.
El económico: el valor agrícola, forestal, minero o ganadero de un suelo es lo que le asigna un precio.
El valor cultural: la capacidad del suelo de producir alimentos ha creado, a lo largo de la Historia, sistemas de protección del mismo, de modo que su explotación es sostenible. Conservar dichas tradiciones o culturas, es básico para mantener un uso racional del suelo. Por otro lado, no hay que olvidar que en la formación de suelos actuales participaron culturas prehistóricas, cuyos vestigios se han incorporado en algunas de las capas de ese suelo, por lo que podemos considerarlos almacenes o archivos del paso de diferentes sociedades por ese lugar.

La vegetación

La vegetación está integrada por las formaciones vegetales o grupos de vegetación individualizados por el tamaño y por la fisonomía de sus especies. Los tres tipos básicos son el bosque, el matorral y el prado o estepa.
Recordemos que en la introducción del tema se indica que hay una clara correlación entre clima y vegetación, por eso a las tres zonas climáticas principales de la península Ibérica le corresponden tres regiones en cuanto a vegetación se refiere: a la zona climática atlántica le corresponde la región eurosiberiana (bosque caducifolio o de frondosas formado por árboles de hoja caduca); a la mediterránea la región vegetal con el mismo nombre (bosque esclerófilo formado por árboles de hoja perenne) y a la zona climática subtropical le corresponde la denominada región macaronésica o canaria ( bosque de laurisilva).

Veamos cada una de estas regiones.

Región eurosiberiana:
Ocupa la zona de influencia del clima atlántico, llegando hasta el Pirineo oriental.
La formación vegetal característica es el bosque atlántico: árboles de hoja caduca, con bosques de gran densidad. Destacan el haya y el roble, aunque también se dan el castaño, fresno, avellano,...
Cabe destacar que la acción antrópica ha sustituido en algunas zonas esta vegetación autóctona por pinos y eucaliptos, de crecimiento más rápido y atractivo aprovechamiento económico.
La degradación de este bosque da lugar a una formación arbustiva llamada landa, compuesta por brezo, tojo y helecho principalmente. En los valles y laderas montañosas, donde la humedad aumenta, tenemos la pradera de aprovechamiento ganadero.
En las zonas montañosas, la vegetación varía según varían las condiciones de temperatura, humedad y viento, es decir, según ascendemos. Por eso la vegetación se distribuye de modo escalonado, en pisos, siendo diferentes las vertientes de barlovento y de sotavento. Para representar gráficamente estos pisos se utilizan cliseries de vegetación. Podemos constatar esta vegetación en los dos sistemas montañosos del norte de España: la Cordillera Cantábrica y los Pirineos.
Cordillera Cantábrica: por su abundante humedad mantiene la misma formación boscosa de hayas y robles hasta los 2.000 mts. de altitud. A partir de ahí la nieve sólo permite el brezo y la pradera, llegando a desaparecer la vegetación en la cumbre.
Pirineos: gran diferencia entre vertiente norte y sur. En general, se distinguen tres pisos:
– Piso montano (hasta los 2.500 mts. aprox.). Densa población de pinos y abetos.
– Piso subalpino (2.500 -3.000 mts.). Predomina la pradera.
– Piso alpino (a partir de los 3.000 mts.): las durísimas condiciones climáticas sólo las aguantan los líquenes y pequeñas plantas que crecen sobre las rocas.
En cuanto a los suelos de esta región eurosiberiana, hay que señalar que son los mejor formados de España. Destacan los llamados suelos pardos, pero también está el suelo tipo podzol (zonas ricas en sílice) y los suelos tipo rendzina (territorios donde abunda la caliza, como en la parte oriental de la Cordillera Cantábrica)

Región mediterránea:
Ocupa el territorio bajo clima mediterráneo, tanto de la costa como de interior. Lógicamente, es la característica principal de este clima, su acusado estiaje estival, la que condiciona el desarrollo vegetal en esta región, predominando, en consecuencia, las plantas de tipo xerófilo y de hoja perenne (como la encina o el alcornoque).
La formación vegetal característica, es el denominado bosque esclerófilo mediterráneo, formado por encinas y alcornoques principalmente, aunque éstos últimos son más abundantes en la España silícea (Occidental). En menor grado están los acebuches, sabinas y el pino (carrasco).
Se trata de un bosque ocupado por el hombre desde épocas muy tempranas (acción antrópica), lo que ha alterado su forma original, bien degradando el bosque, sustituyendo sus árboles más representativos o, en algunos casos, provocando la desaparición del bosque mismo:
– Degradación del bosque: disminución de su densidad, dando lugar a la dehesa, cuyo aprovechamiento es principalmente ganadero.
– Sustitución de las especies típicas por otras con mayor aprovechamiento económico, como el pino o el eucalipto.
– Desaparición del bosque: dando lugar formaciones de matorral mediterráneo xerófilo de gran variedad, destacando dos tipos de formación vegetal característica: en suelos poco calizos tenemos la maquia o maquis, formado por algarrobos, acebuche, madroño, lentisco, jara, brezo, etc. En los suelos calizos encontramos la garriga, menos densa que el maquis, y en la que encontramos el tomillo, el romero, la retama, el cantueso y el palmito.
En las zonas más áridas, con condiciones extremas de temperatura y humedad, la vegetación tiene una claro componente estepario con ausencia casi de árboles y con arbustos como el palmito o el tomillo. Esta formación la podemos encontrar en el sudeste peninsular (Almería) algunas partes de la depresión del Ebro.
En las zonas montañosas encontramos un menor escalonamiento que en las montañas de la región eurosiberiana debido a que las condiciones climáticas entre la montaña y el resto del territorio, en la región mediterránea, son muy similares, afectando por igual el estiaje de verano.
– Piso inferior: (hasta los 2.500 mts. aprox.) encina, rebollo y quejigo; si la montaña es elevada, podemos encontrar pinos, hayas y robles. Caso especial es el pinsapo, que es endémico de la parte occidental de la Cordillera Subbética.
– Zonas elevadas (a partir de los 2.500 mts. aprox.) no hay árboles por el frío. Encontramos matorrales adaptados al frío, prados y, en la cumbre, ausencia vegetal.
En cuanto a los suelos en esta región tenemos que están poco desarrollados. Suelen ser de tonos vivos: rojos y ocres. Son más fértiles en las zonas limítrofes con los suelos de la región eurosiberiana. En general, tenemos suelos pardos calizos en zonas donde abunda la caliza; suelos pardos meridionales en terrenos silíceos. En las zonas semiáridas los suelos son muy delgados: xerorendzinas (terreno calizo) y xerosem (suelo arcilloso).

Región macaronésica:
Por su situación, con un clima distinto a los de la península, las islas Canarias poseen una vegetación específica, abundando las especies endémicas. Por otro lado, el carácter montañoso de las islas le confiere un notable escalonamiento en altura. Por último, hay una clara distinción entre las islas orientales (mucho más secas) y las occidentales.
Hay que destacar como formación vegetal característica la laurisilva, en las islas más húmedas: bosque de especies perennes muy variadas: laurel, loro, tilo y viñátigo. En las zonas menos húmedas tenemos el pino canario, que como su nombre indica es endémico de la zona. Cabe destacar también el drago, árbol endémico de estas islas del que quedan pocos ejemplares. La formación de matorral es similar a la mediterránea (jara, acebuche, retamas,...) junto a otras más xerófilas (chumberas, pitas, palmeras,...).
En cuanto a los suelos son muy pobres, con un claro carácter volcánico.
 
Conceptos
 

Edafogénesis: términos referido al proceso de formación de un suelo, cuya velocidd depende de factores como el clima, la litología, la geomorfología, la vegetación y el tiempo transcurrido. La actividad humana también puede afectar en el proceso.
Caducifolio: plantas, normalmente árboles y arbustos, que pierden sus hojas durante una parte del año, por ejemplo el haya y el roble.
Acción antrópica: efecto que produce la actividad humana en los territorios, por ejemplo, roturando campos para la agricultura, talando árboles, haciendo carreteras o construyendo ciudades.
Cliseries de vegetación: tipo de gráfico que se utiliza para representar el escalonamiento de las distintas especies vegetales en una montaña.
Podzol: que se caracteriza por una alta lixiviación, es decir, lavado del suelo por abundante agua, lo que propicia que una gran cantidad de sustancias superficiales migren a niveles inferiores.
Rendzina: suelos sobre roca madre carbonatada, como la caliza.
Plantas xerófilas: adaptadas a la vida en un medio seco y, por tanto, resistir prolongadas épocas de sequía como ocurre en el clima mediterráneo.
Plantas esclerófilas: tipo de vegetación que posee hojas duras. El término esclerófilo proviene de los vocablos griegos sclero (duro) y phyllon (hoja). Las plantas esclerófilas se hallan en todo el mundo, pero son típicas de Australia. También se encuentran en los bosques mediterráneos que cubren la Cuenca del Mediterráneo (Wikipedia).
Maquis: o maquia. Formación vegetal densa, de suelos silíceos, formada por especies perennes adaptadas a las altas temperaturas, como las que se dan en el verano del clima mediterráneo. En general suele ser el resultado de la degradación de bosques de robles o encinas.
Garriga: formación vegetal menos densa que la maquia, resultado de la degradación de la encina y el roble en suelos calizos. Está formada por especies resistentes a las altas temperaturas y largos periodos de estiaje.
Endémico: cuando una especie animal o vegetal sólo se desarrolla en un lugar. Suelen ser seres residuales que en otros tiempos tuvieron una mayor expansión geográfica o que, por vivir en una isla, no tienen posibilidad de expansión.
Landa: formación vegetal pobre en especies. Es característica de la región eurosiberiana y supone una degradación del bosque mixto atlántico. Está formada por matorrales como la retama, el tojo o el brezo, que puede llegar a alcanzar más de tres metros de altura. Se asienta sobre suelos pobres, poco aptos para cultivo.