Más importante en la vida que poseer conocimientos teóricos es aprender a reflexionar y a pensar por nosotros mismos, es decir, a tener nuestro propio criterio sobre lo que ésta nos ofrece.
Ello posibilita, por una parte y principalmente, que nadie pueda engañarnos manipulando nuestra conducta, es decir, que seamos verdaderamente libres y, por otra, nos permite potenciar –según las teorías psicológicas más recientes- nuestra vertiente creativa y artística.
La actividad artística estimula nuestra creatividad
No hace falta insistir en el valor de poseer esta cualidad, especialmente en lo que respecta a la primera ventaja mencionada.
Como es lógico, a pensar también hay que aprender, nadie nace sabiendo formarse su propio criterio. Es, por tanto, algo que debe cultivarse desde la infancia, tanto en casa como en la escuela. Pero, ¿cómo se hace, cómo se enseña a pensar por uno mismo?
La respuesta a esta pregunta no es fácil. Pero, al margen de complejas teorías psicológicas, existen una serie de actividades que facilitan esta primordial conquista humana. La primera de ellas es, indudablemente, la lectura. Pero no realizada de forma mecánica o por mero goce estético sino la comprensiva, esto es, tomar un texto y desglosarlo en sus ideas principales y secundarias para luego volver a expresarlas con nuestras propias palabras.
Es éste un ejercicio que debería ser primordial en todos los centros educativos y no lo es todo lo que debiera. La enseñanza académica sigue prefiriendo, en mayor medida, la memorización inútil. Otra estrategia fundamental a la hora de desarrollar nuestra mente abstracta es la actividad matemática. Ella nos enseña a estructurar nuestras ideas, a establecer una prioridad en el razonamiento y, por si ello fuera poco, posee un fuerte componente lógico de indudable valor.
Algo similar podría decirse de otra disciplina: la filosofía, que se basa, precisamente en el pensamiento. Ella nos descubre las tesis de personas que se han preocupado de hacerlo y, sobre todo, nos enseña a relacionar diferentes ideas y concepciones del mundo. Pero desarrollar nuestra mente abstracta también incluye la creatividad. Por ello, es muy importante potenciar nuestra dimensión artística, tanto desde el punto de vista de espectador como –y más importante- desde el de actor.
Dicho con otras palabras, una de las mejores formas de estimular nuestra creatividad es practicar algún tipo de labor artística, ya sea dibujo, pintura, escultura o música. Sin embargo, la mejor manera de desarrollar nuestra mente es la dialéctica. Ya lo dijo nada menos que Sócrates, el contraste de pareceres entre diversas personas es una de las actividades más enriquecedoras para el hombre. Indudablemente, si practicamos estas disciplinas y lo hacemos con gusto, nuestra dimensión abstracta se verá estimulada y creceremos como personas.