La creatividad es una de las más poderosas herramientas que tenemos para mejorar nuestra vida y el entorno. Con el advenimiento de la tecnología como soporte de creación, hoy es es más fácil que nunca imaginar y hacer que esto se convierta en creación; sin embargo, hoy también es más difícil, dadas las múltiples distracciones a las que estamos expuestos.
Para promover esta facultad de generación de ideas o conceptos, existen infinidad de técnicas: jugar, enseñar para aprender, viajar, tomar café, relajarse, etc. Sin embargo, existen dos condiciones que muchos personajes relevantes de la historia consideran como fundamentales al momento de inspirarse y crear.
1. El poder de la soledad.
Las buenas ideas florecen desde la soledad. Solo en calma y quietud podemos escuchar con claridad nuestros pensamientos y profundizar en nuestros anhelos. Nos podemos concentrar. Los artistas entienden bien este efecto: solo en un estado de introspección profunda se puede encontrar la verdad y la belleza.
En la historia, muchas personas creativas han creído en el poder de la soledad. Albert Einstein, por ejemplo, se daba el tiempo de realizar largos paseos en la playa con el propósito de escuchar sus pensamientos; incluso, ante problemas en el trabajo, Einstein se recostaba a mitad del día, con la mirada al techo, a escuchar y visualizar lo que ocurría en su imaginación. Asimismo, el artista español, Pablo Picasso, en su momento hablaba de que “sin gran soledad ningún trabajo serio es posible”.
2. La riqueza de la participación.
A pesar de que parezca contradictorio respecto a lo antes señalado, un hábito esencial para el fomento de la creatividad es conectarse con otros, recibir su inspiración, colaborar, compartir. Además, participar no solo implica interrelacionarse directamente con las personas: leer revistas, libros, visitar museos, conciertos son espacios que promueven el pensamiento crítico. La inspiración puede venir de cualquier parte.
3. El equilibrio.
¿Cómo se puede lograr extraer lo mejor de la soledad y participación? Es evidente: a partir de lograr su correcto equilibro, gracias a un esfuerzo consciente que nos permita determinar cuándo recurrir a lo uno y cuándo a lo otro. Ambos son igual de importantes: necesitamos inspiración desde fuera, pero necesitamos la creación desde adentro.
Por último, ser creativo implica vivir una vida creativa. Estar consciente de que la creatividad es un hábito que se desarrolla con constancia y disciplina; pero que, sin duda, todos la tenemos.