Marzo 2023

lunes, 23 de abril de 2012

La II Guerra Mundial


1. El camino hacia la Guerra (1931-1939)


La depresión económica iniciada en 1929 destruyó la endeble concordia internacional construida en los años anteriores y facilitó el ascenso del nazismo y el militarismo japonés al poder. A partir de 1931 el mundo asistió a una serie de crisis internacionales que marcaron el camino hacia un conflicto general. Alemania, Japón e Italia fueron configurando un bloque militar, el Eje, decidido a acabar con el statuo quo establecido tras la primera guerra mundial.

Las potencias democráticas desplegaron una política débil y dubitativa frente a Hitler. El primer ministro británico, Neville Chamberlain, personificó lo que se vino a conocer como la “política de apaciguamiento”. Chamberlain trató de negociar con Hitler y concederle algunas de sus demandas en la esperanza de que el líder nazi finalmente “se apaciguaría”. Esta política solo sirvió para envalentonar a Alemania.

Mientras tanto, Stalin , enfrascado en las “grandes purgas” internas, buscó tras muchas dudas la alianza con las potencias democráticas para frenar a Hitler. La desconfianza mutua hizo fracasar este intento y, ante el estupor internacional, el líder soviético acabó pactando con Hitler y propiciando la agresión germana a Polonia que finalmente desencadenó la guerra.

Los primeros pasos en el camino hacia una nueva conflagración mundial se dieron en Asia. En 1931, el gobierno japonés ultranacionalista de Inukai Tsuyoshi invadió la región china de Manchuria. Cuatro años más tarde, en 1937, Japón atacó China. Se iniciaba la guerra chino-japonesa. Si analizamos el mundo desde una visión no eurocéntrica, se puede afirmar que la segunda guerra mundial se inicia en ese momento. La guerra entre China y Japón se confundirá posteriormente con la segunda guerra mundial.

Las crisis decisivas que llevaron a la guerra tuvieron lugar en Europa. El momento clave fue 1933, con el ascenso de Hitler al poder en Alemania. Desde un principio el dictador alemán mostró su deseo de acabar con el orden creado por el Tratado de Versalles. En poco más de tres años Hitler abandonó la Sociedad de Naciones (1933), estableció el servicio militar obligatorio (1935), remilitarizó Renania (1936) e intervino junto a Mussolini en la guerra civil española apoyando al bando rebelde dirigido por el general Franco.

La condena franco-británica a la invasión italiana de Etiopía y la lucha común con Alemania en la guerra española acercaron a Hitler y Mussolini dando lugar al nacimiento del Eje Roma-Berlín en 1936. Ambas potencias proclaman su alianza política basada en una visión común de la política internacional. Poco después, Alemania firmó con Japón el Pacto Antikomintern, dirigido contra la URSS y el comunismo internacional. Italia y la España de Franco se unieron inmediatamente después.

Los años posteriores vieron como las agresiones alemanas no encontraban una respuesta firme de las potencias democráticas.


En marzo de 1938, Alemania invadió Austria. Hitler conseguía un viejo sueño del nacionalismo alemán: el Anschluss, la anexión de Austria a Alemania.


En septiembre de 1938, en la Conferencia de Munich, Francia y Gran Bretaña se plegaron a las reivindicaciones hitlerianas y dieron su acuerdo a la anexión germana de la región checoslovaca de los Sudetes.

Cuando en marzo de 1939, incumpliendo lo acordado en Munich, Hitler invadió Checoslovaquia, se hizo evidente el fracaso de la política de conciliación con Hitler. Francia y Gran Bretaña proclamaron que no permitirían ninguna nueva anexión alemana. Hitler respondió reivindicando el puerto de Danzig (Gdansk) y preparando la agresión a Polonia. Europa se hallaba en la antesala de la guerra.

En una Europa que acababa de asistir al triunfo del bando franquista en España en abril de 1939, el mundo quedó conmocionado por una noticia que muchos no llegaban a creer: en agosto de 1939, se firmó el Pacto de No Agresión germano-soviético. Stalin y Hitler acordaron secretamente el reparto de Polonia y la anexión soviética de las repúblicas bálticas.

Esta era la última señal que esperaba Hitler. El 1 de septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia lo que precipitó la entrada en guerra de Gran Bretaña y Francia. La segunda guerra mundial había comenzado.



2. La guerra europea (1939-1941)



El 1 de septiembre de 1939, Hitler desencadenó su ataque sobre Polonia. El pueblo polaco experimentó por primera vez la brutal eficacia de la maquinaria de guerra alemana. Seguidamente, el régimen nazi giró sus ojos hacia el norte y sin problemas invadió Dinamarca y Noruega. El gran momento llegó en mayo de 1940 cuando la Wehrmacht derrotó con increíble facilidad a Francia. El Reino Unido quedó como la única potencia que resiste el embate alemán. Hitler, tras fracasar en la batalla aérea de Inglaterra, se embarcó en dos nuevos frentes, el norte de África y los Balcanes.

La conquista de Polonia

La invasión alemana de Polonia fue un paseo militar para un ejército muy superior al polaco. La Wehrmacht, el ejército alemán, desarrolló una nueva táctica, la “guerra relámpago”, basada en el uso de la aviación y las unidades acorazadas, que desarboló fácilmente a su enemigo.

Mientras tanto, el Ejército Rojo invadió sin resistencia los países bálticos y la zona oriental de Polonia. El 28 de septiembre Alemania y la URSS firmaron un nuevo pacto de no agresión que reconocía sus respectivas áreas de influencia. Poco después, la URSS invadió Finlandia y, pese a la resistencia del ejército finlandés, consiguió anexionarse diversos territorios fronterizos.

La siguiente agresión germana tuvo lugar contra Dinamarca y Noruega. La conquista fue rápida y en junio de 1940 ambos países quedaron plenamente bajo control alemán.

La conquista de Francia

Tras varios meses de sorprendente inactividad, Alemania atacó a Francia en mayo de 1940. Las divisiones acorazadas alemanas apoyadas por la aviación se lanzaron a la conquista de Holanda y Bélgica, que capitularon a los pocos días. Después, ante la estupefacción mundial, el ejército francés se derrumbó. El 22 de junio se firmó el armisticio en Compiègne, en el mismo vagón donde Alemania firmó su derrota en 1918. Hitler asistió personalmente a la ceremonia. El Führer culminaba una venganza pospuesta veintidós años.

Francia quedó dividida en dos. La zona noroeste quedó bajo la ocupación militar alemana. Al sureste se estableció un gobierno colaboracionista presidido por el general Pétain. La Francia de Vichy, así llamada por que el gobierno de Pétain se asentó en esa pequeña ciudad del centro del país, rompió relaciones con Gran Bretaña, desarmó su ejército e inició una política pro-nazi y totalitaria.

Sin embargo, no todos los franceses aceptaron la derrota. El general De Gaulle desde Londres organizó el movimiento de la Francia Libre que se alineó contra Alemania. Se basó en algunas colonias y en una débil resistencia armada en el interior del país.



Italia entra en guerra
Tras múltiples dudas y pese a carecer de un ejército conveniente preparado, Mussolini entró en guerra el 10 de junio de 1940. Italia esperó a que Alemania hubiera derrotado prácticamente a Francia para entrar en el conflicto.

La Batalla de Inglaterra


En esos momentos, solo el Reino Unido plantaba cara a Alemania. La superioridad naval británica llevó el ataque alemán al aire. La aviación alemana, la Luftwaffe , inició un bombardeo sistemático de las instalaciones industriales y las ciudades del sur y el centro de Inglaterra.

Un nuevo gobierno británico, presidido por Winston Churchill, decidió resistir por todos los medios. La aviación británica, la Royal Air Force, consiguió dominar el aire y triunfar en la guerra aérea. La resistencia británica forzó a Hitler a volver sus ojos hacia el sur. El 23 de octubre el Führer se entrevistó con Franco. Consciente de gobernar sobre un país destrozado por la guerra civil, Franco, pese a mostrar claramente su simpatía por el Eje, no involucró a España en la guerra. Poco después, las iniciativas militares de Mussolini llevaron la guerra a dos nuevos escenarios.

La guerra en el Norte de África

Tras un fallido intento de invasión del Egipto británico desde la colonia italiana de Libia, Alemania envió al norte de África un ejército expedicionario, el Afrika Korps, en 1941. Se abría un nuevo frente de guerra entre británicos y alemanes apoyados por los italianos.

La guerra en los Balcanes

Este frente se abrió de nuevo con un fallido intento de invasión italiano de Grecia. Los griegos se vieron pronto asistidos por un ejército expedicionario británico.

Hitler, que había firmado en septiembre de 1940 el Pacto Tripartito con Italia y Japón, forzó a
Hungría, Rumania, Eslovaquia y Bulgaria a unirse a esta alianza. En abril de 1941, los alemanes lanzaron una ofensiva general contra Yugoslavia, dirigida por un gobierno contrario al Eje. El avance germano-italiano fue fulgurante, en junio de 1941 las tropas del Eje controlaban Yugoslavia y Grecia.

Hitler dominaba gran parte de Europa. Era el momento de aplicar las ideas que ya había proclamado en su libro Mein Kampf. Era el momento de conseguir el "espacio vital" que el pueblo alemán demandaba. Ese espacio estaba en el este, en los enormes territorios de la Unión Soviética.




3. La guerra mundial (1941-1943)



En 1941, Hitler dominaba directa o indirectamente el continente europeo. Sólo Inglaterra seguía haciéndole frente. Japón, continuaba venciendo en su guerra en China y controlaba la parte más rica del país. Sin embargo, ambas potencias del Eje, calculando mal sus fuerzas, lanzaron dos ataques que hicieron que el conflicto se convirtiera en una guerra mundial. Alemania invadió la URSS en junio, Japón atacó la base naval norteamericana de Pearl Harbor en diciembre. La URSS y EEUU se unieron a Gran Bretaña en el bando de los Aliados. La guerra cambió de signo.

La invasión de la Unión Soviética

El pacto de no agresión germano-soviético de 1939 había acercado a dos potencias que representaban dos ideologías totalmente contrapuestas. Era una amistad antinatural que Hitler decidió romper en cuanto tuvo oportunidad.

Mientras Alemania planeaba su ataque contra la URSS, las relaciones entre ambas dictaduras eran teóricamente buenas. Stalin, pese a ser consciente del peligro, se negaba a creer los informes que sus espías le enviaban sobre los planes alemanes.

El 21 de junio de 1941, sin declaración previa de guerra, el ejército alemán inició la invasión de la Unión Soviética. La denominada "Operación Barbarroja" fue en sus primeros momentos un rotundo éxito. El Ejército Rojo, diezmado por las purgas de Stalin en los años treinta, se mostró incapaz de resistir el ataque alemán y se batió en retirada.

Por el norte las tropas llegaron hasta Leningrado, la actual San Petersburgo. Por el centro, hasta las puertas de Moscú. Sin embargo, ninguna de las dos ciudades cayó. El avance alemán fue más profundo en el sur y Ucrania fue rápidamente conquistada.

En la primavera de 1942, el ejército alemán siguió sus operaciones con el objetivo de alcanzar el Cáucaso y acceder a sus yacimientos de petróleo. Las tropas alemanas llegaron a Stalingrado, actual Volvogrado, en agosto. Tras durísimos combates las tropas de Von Paulus vieron como el ejército soviético, dirigido por Zhukov, iniciaba una maniobra de cerco. Hitler se negó a permitir la retirada que Von Paulus de forma insistente le solicitaba. En diciembre de 1942 el VI Ejército alemán quedó cercado. La batalla de Stalingrado marcó un cambio decisivo en la guerra. A partir de esta primera derrota alemana, las tropas soviéticas iniciaron un contraataque que poco a poco les llevará hacia el corazón de Alemania.

La guerra del Pacífico

Era inevitable que el expansionismo japonés en Asia oriental y el Pacífico terminara chocando con Estados Unidos. La expansión imperial nipona iniciada en China iba claramente dirigida contra las posesiones europeas en Asia y las Islas Filipinas en manos de los norteamericanos.

Por otro lado, el presidente Roosevelt había ido evolucionando desde una postura aislacionista al iniciarse la guerra a una creciente implicación en el conflicto. La Ley de Préstamo y Arriendo, aprobada por el Congreso norteamericano en marzo de 1941, permitió proveer de una importante ayuda en armamentos, munición y otros bienes a las potencias que luchaban contra Hitler. La nueva ley mostró claramente la creciente participación estadounidense en el conflicto.

En ese contexto, el ataque nipón a la base norteamericana de Pearl Harbor en las islas Hawaii el 7 de diciembre de 1941 determinó la entrada de ambas potencias en el conflicto.

El inicio de la guerra en Asia y el Pacífico fue un paseo militar japonés. El Extremo Oriente y el sureste asiático quedaron en manos del gobierno de Tokio.

La expansión japonesa duró, sin embargo, poco tiempo. El despliegue de la maquinaria industrial y bélica norteamericana no tardó mucho en desequilibrar el conflicto en favor de los Aliados. La batalla de Midway en junio de 1942 mostró por primera vez como se podía batir al ejército japonés. En adelante, pese a alguna derrota puntual, Japón se batió en retirada y los norteamericanos fueron dominando el Pacífico isla a isla en medio de una guerra cruel.

La guerra en el norte de África

El momento decisivo llegó en el otoño de 1942, cuando el general británico Montgomery derrotó en El Alamein a las tropas de Rommel. En adelante, el Afrika Korps alemán fue de derrota en derrota. Pocos días después de la batalla de El Alamein, el 8 de noviembre de 1942, tropas norteamericanas y británicas desembarcaron en Marruecos y Argelia. Franco, temeroso de una posible intervención, recibió garantías de no ser atacado si mantenía su neutralidad.

Pocos meses después, en mayo de 1943, el Eje fue expulsado del norte de África.






4. La victoria de los Aliados 1943-1945


La entrada en el conflicto de Estados Unidos y la Unión Soviética cambió definitivamente el curso del conflicto. La resistencia soviética y la maquinaria industrial y militar norteamericana hicieron que la balanza de la guerra se inclinara a favor de los Aliados. Tres batallas marcaron el cambio de signo de la guerra: Stalingrado en el frente oriental, Midway en el Pacífico y El Alamein en el norte de África. La guerra se encaminó hacia la derrota de las potencias fascistas y autoritarias que formaban el Eje.

La invasión de Italia y la caída de Mussolini

La expulsión del Eje del norte de África planteó inmediatamente la posibilidad de la apertura de un nuevo frente en Europa, un frente por el que Stalin venía clamando para aligerar la presión que sufría el ejército soviético en el frente oriental.

En julio de 1943 tropas angloamericanas desembarcaron en Sicilia. La proximidad de la amenaza aliada, unida a los continuos fracasos de los ejércitos italianos, precipitó la caída de Mussolini.

A principios de septiembre los acontecimientos se precipitaron. Los Aliados desembarcaron en el sur de la península y el gobierno de Badoglio firmó el armisticio el 8 de septiembre. La reacción alemana fue fulminante: tropas del Reich ocuparon el norte y el centro del país, estableciendo una línea de defensa al norte de Nápoles. El 12 de septiembre, Mussolini fue liberado y estableció en la zona ocupada por los nazis la denominada República Social Italiana, gobierno fascista que siguió las directrices de Berlín.

Italia quedaba así dividida en dos: al sur, las tropas aliadas que iniciaron una lenta conquista del país; en el norte y el centro, las tropas alemanas con la colaboración de fascistas italianos que tenían que hacer frente a una creciente resistencia interior comandada por los comunistas.

Superando una resistencia muy dura que tuvo momentos de enorme intensidad como en la batalla de Monte Cassino, los ejércitos angloamericanos liberaron Roma el 4 de junio de 1944. Sin embargo, la última línea de defensa en los Apeninos, la "Línea Gótica", resistió hasta abril de 1945, poco antes de la derrota definitiva del Eje en Europa.

El 28 de abril de 1945, Mussolini, fue capturado por guerrilleros antifascistas cuando trataba de huir hacia Alemania y fue inmediatamente fusilado.

El avance soviético en el frente oriental

Tras la batalla de Stalingrado, la batalla de Kursk, la mayor batalla de tanques de la guerra, entregó definitivamente la iniciativa estratégica a las tropas soviéticas.

El año 1944 estuvo jalonado de continuos éxitos del Ejército Rojo. Las tropas soviéticas llegaron a las antiguas fronteras de la URSS en la primavera de ese año.

A lo largo del otoño-invierno de 1944, los antiguos aliados del Eje: Finlandia, Rumanía, Bulgaria, Hungría fueron ocupados por las tropas soviéticas. Las potencias del Eje fueron expulsadas de los Balcanes por la acción de las guerrillas comunistas o por la intervención del Ejército Rojo.

Grecia fue un caso peculiar. La retirada alemana en agosto de 1944 abrió un período de guerra civil entre guerrilleros comunistas y tropas monárquicas apoyadas por la intervención militar británica. Grecia era un buen ejemplo del enfrentamiento entre los Aliados que vendría tras la derrota del Eje.

Mientras tanto, las tropas soviéticos se aprestaban a lanzar el ataque definitivo contra Alemania.

El desembarco de Normandía y el frente occidental

 
A lo largo de 1943 representantes de "La Gran Alianza" (Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña) se encontraron en diversas conferencias en las que fueron conformando la acción y la estrategia de los Aliados. Fruto de estas conversaciones fue el desembarco aliado en la región francesa de Normandía, largamente demandado por la Unión Soviética para aligerar la presión germana en el frente oriental.

El 6 de junio de 1944, el día D, tropas estadounideneses, británicas y canadienses desembarcaron en las playas de Normandía y superaron la férrea resistencia alemana. Rápidamente las tropas aliadas, bajo la dirección del general norteamericano Eisenhower, se dirigieron a París que fue liberado el 25 de agosto. Diez días antes, tropas angloamericanas y francesas habían desembarcado en Marsella.

Las tropas aliadas tras reconquistar Francia se lanzaron hacia el corazón de Alemania. Atacada por el occidente, el sur y el este, el régimen de Hitler se aprestaba a librar su última batalla.

La batalla de Alemania

En febrero de 1945, Roosevelt, Stalin y Churchill se reunieron en Yalta, donde, entre otras cuestiones, decidieron los pormenores del ataque final sobre Alemania y su posterior reparto en zonas de ocupación.

El ataque conjunto anglonorteamericano y soviético derrumbó con facilidad la fanatizada resistencia alemana. El 25 de abril tropas soviéticas y norteamericanas se encontraban en Torgau, en el río Elba.

El 30 de abril, con las tropas soviéticas en los barrios de Berlín, Hitler se suicidaba en su bunker de Berlín. El 2 de mayo la capital alemana capitulaba. El 7 de mayo los alemanes firmaron la capitulación incondicional en el cuartel general de Eisenhower, al día siguiente, la firma tuvo lugar en el cuartel general de Zhukov.

Una vez derrotada Alemania, los Aliados celebraron su última gran conferencia en Potsdam, a las afueras de Berlín.

El frente del Pacífico y el fin de la guerra

Mientras se luchaba en los frentes europeos, los norteamericanos fueron avanzando en una dura y cruenta guerra en el Pacífico. La conquista de Filipinas por los ejércitos de Estados Unidos en febrero de 1945 y la reconquista de Birmania por los británicos en mayo marcaron momentos clave de ese avance. El 19 de febrero de 1945 los norteamericanos ocuparon por primera vez territorio japonés, la pequeña isla de Iwo Jima.

Mientras tanto se sucedían continuos ataques aéreos sobre las ciudades y los centros industriales de Japón. Tras la derrota alemana, en mayo de 1945, los norteamericanos se decidieron a usar el arma terrible que habían estado investigando secretamente.

El 6 de agosto de 1945, el avión norteamericano Enola Gay lanzó una bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. El resultado fue atroz: 100.000 muertos y miles de heridos por el efecto de una única bomba.

Dos días más tarde, la URSS declaraba la guerra a Japón y ocupaba Manchuria y parte de Corea. Al día siguiente, Estados Unidos lanzaba una segunda bomba atómica sobre la ciudad de Nagasaki.

El horror nuclear precipitó la capitulación de Japón. El 2 de septiembre de 1945, los representantes del emperador japonés, Hiro-Hito, firmaron en el buque de guerra Missouri, fondeado en aguas de la bahía de Tokio, la rendición incondicional. La segunda guerra mundial había terminado.




5. El nuevo orden impuesto por las potencias del Eje

Las victorias alemanas y japonesas durante la primera fase de la guerra llevaron al establecimiento de un nuevo orden en los territorios conquistados. En ambos casos se basó en la dominación cruel de los pueblos sometidos.

El nuevo orden en Europa

El fundamento racista del nacionalsocialismo se reflejó claramente en el Tercer Reich (Imperio) nacido tras las conquistas hitlerianas. Las zonas conquistadas en el este constituían el “espacio vital” que la raza aria alemana, la raza de los señores, necesitaba para asentarse. Desde la conquista de Polonia, Heinrich Himmler, jefe de las SS, se puso al frente de la política de limpieza racial en la Europa oriental.

En primer lugar, se trataba de evacuar a los pueblos eslavos, razas inferiores, para reasentar población germánica. Tras la conquistas de la URSS, Hitler soñó con un mundo en el que polacos, ucranios y rusos se convirtieran en mano de obra esclava al servicio de campesinos alemanes que se asentarían y germanizarían el oriente europeo. Este proceso de esclavización se inició muy pronto, durante la guerra la falta de mano de obra en Alemania llevó a que millones de europeos fueran forzados a trabajar en las fábricas germanas. Entre otros, cuatro millones de soldados soviéticos y dos millones de franceses sufrieron este destino.

Sin embargo, el propósito más siniestro de la política nazi en los territorios ocupados se dirigió contra el pueblo judío. Desde un principio, las fuerzas especiales de las SS (Einsatzgruppen), creadas por Reinhard Heydrich, se encargaron de detener y hacinar en ghettos a la población judía polaca. En junio de 1941, tras la invasión de la Unión Soviética, los Einsatzgruppen recibieron nuevas órdenes. Se trataba de detener a los judíos en las aldeas soviéticas, ejecutarles y enterrarles en fosas comunes que los mismos asesinados debían cavar.

La conquista de la Europa oriental había puesto bajo el dominio nazi a millones de judíos. Aunque se calcula que las fuerzas especiales de las SS asesinaron a un millón de hebreos, para la dirección nazi no era suficiente. En enero de 1942, un grupo de jerarcas nazis se reunieron en una villa a orillas del bucólico lago berlinés de Wannsee. Allí se decidió emprender la “solución final” del problema judío, es decir, la aniquilación de la población judía europea en campos de exterminio. El Holocausto costó la vida de entre cinco y seis millones de judíos ejecutados, gaseados, muertos en experimentos médicos o simplemente muertos de hambre y enfermedad en los campos nazis. El más célebre de estos campos fue el de Auschwitz-Birkenau en Polonia. La barbarie humana llegó a una de sus más altas cotas.

No sólo los judíos sufrieron el odio racial nacionalsocialista, se calcula que otros nueve o diez millones de personas murieron por el terror nazi. Los pueblos eslavos (polacos, bielorrusos, ucranios, rusos…) y los gitanos fueron las principales víctimas. El cuarenta por ciento del millón de gitanos europeos fueron exterminados. Entre tres o cuatro millones de prisioneros soviéticos murieron prisioneros del ejército alemán. También los homosexuales fueron duramente perseguidos por un régimen que les consideraba Untermenschen (infra-hombres).

El nuevo orden en Asia

Bajo el eslogan de “Asia para los asiáticos”, los japoneses trataron de ganarse el apoyo de las poblaciones conquistadas a lo que denominaron “Gran esfera de coprosperidad del Asia oriental”. En la realidad, las autoridades niponas se comportaron de forma similar, cuando no peor, a los colonizadores europeos.

Los territorios conquistados fueron sometidos a una sistemática explotación económica en beneficio del esfuerzo de guerra japonés. En Indochina se calcula que murieron de hambre un millón de personas en 1944-1945 por las requisas de arroz del ejército japonés.

La ocupación japonesa fue cruel con la población de los territorios ocupados. La matanza de Nankín en 1937 durante la guerra chino-japonesa, los 800.000 coreanos que fueron forzados a trabajar en Japón o la conversión de decenas de millares de coreanas o filipinas en “mujeres de confort”, prostitutas forzadas, para el ejército nipón son algunos ejemplos de la realidad del nuevo orden japonés en Asia.

La respuesta de los Aliados

 
 
 
La ideología criminal de los nazis y la brutalidad militarista japonesa no deben ocultar la magnitud del horror desplegado por los Aliados durante la guerra.

Las tropas soviéticas trataron con enorme brutalidad a la población alemana en 1945. Las violaciones masivas de mujeres germanas fueron la norma. Finalmente las autoridades del Ejército Rojo tuvieran que tomar medidas disciplinarias para poner coto a los desmanes.

Británicos y norteamericanos emprendieron bombardeos masivos sobre las ciudades alemanas que tuvieron a la población civil como principal víctima. El bombardeo de Dresde en febrero de 1945 costó la vida de decenas de miles de personas en una ciudad llena de refugiados civiles y sin interés militar.

El horror de la guerra se vino a condensar en su acto final: el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Solo dos bombas causaron más de doscientos mil muertos. El mundo entraba en una nueva era donde la capacidad de destrucción alcanzaba niveles inimaginables pocos años antes.

6. El mundo en 1945

6.1. El coste de la guerra: pérdidas humanas y materiales


El coste de la Primera Guerra Mundial, que había parecido exorbitante a los contemporáneos, acabaría resultando pequeño comparado con el de la Segunda. Nunca antes había sufrido la humanidad unas pérdidas humanas y materiales de tales dimensiones en un período tan breve. Tampoco se había dedicado con anterioridad un volumen semejante de recursos económicos al esfuerzo bélico.

 
No hay unanimidad en el balance de pérdidas humanas. Ahora bien, todas las estimaciones arrojan resultados escalofriantes. Al menos 16 millones de militares y 26 de civiles fallecieron a causa del conflicto. La factura se vio incrementada por el elevado número de heridos y discapacitados permanentes. En términos absolutos, los países con pérdidas humanas más elevadas fueron la URSS, China y Alemania. En términos proporcionales, sin embargo, las dos primeras posiciones las ocupan Polonia y Lituania. Asia, que, relativamente, había tenido pocas víctimas durante la Gran Guerra, sufrió también intensamente los horrores de una guerra que tuvo consecuencias mucho más lesivas para la población civil que ninguna otra anterior. Campos de exterminio de minorías étnicas (judíos, gitanos y otros) y bombardeos aéreos masivos de ciudades –bombas atómicas en Hirsohima y Nagasaki incluidas- y de centros industriales constituyeron trágicas novedades que incrementaron sustancialmente la mortalidad de la población no combatiente. El desplazamiento forzoso de millones de personas, principalmente en Europa, vino a añadir dramatismo al desolador panorama al que se enfrentaban los supervivientes de la Segunda Guerra Mundial.

El alcance casi planetario del teatro de operaciones bélicas y la duración del conflicto explican que la movilización de recursos humanos (probablemente más de 100 millones de ciudadanos de unos 60 países) y materiales no tuviera precedentes. A ello contribuyó también la aplicación generalizada de los avances técnico-científicos al armamento (aviación, carros de combate, cohetes autopropulsados, bombas atómicas, etc.). El coste directo del conflicto en gastos militares se ha calculado en un billón de dólares de la época; esto es, algo así como cinco veces el producto anual de la los EEUU, la mayor economía mundial por entonces. Se trata de una estimación claramente a la baja, pues no incluye el valor de las viviendas, instalaciones industriales e infraestructuras de transporte (carreteras, vías férreas, etc.) destruidas. Tampoco se tiene en cuenta otros costes (financieros, pensiones, etc.). Durante la fase de máxima actividad militar, algo más de un tercio del producto mundial se destinaba a fines bélicos. La victoria de los Aliados frente al Eje se debió en buena medida a la superioridad económica norteamericana. La intensidad del esfuerzo bélico realizado por los EE UU es puesta de manifiesto por los siguientes datos: en 1945, el gasto militar del gobierno federal equivalía al 37,5% del PIB y al 89,5% del gasto total. Los préstamos de EEUU a Gran Bretaña y la URSS también resultaron decisivos para la victoria aliada.


6.2. El nuevo mapa del mundo

A diferencia de lo que ocurrió tras la primera guerra mundial, en 1945 no hubo un cambio generalizado de las fronteras.

 
En Europa, la Unión Soviética fue la gran beneficiada al desplazar su frontera occidental más de doscientos kilómetros hacia el oeste, recuperando lo perdido en 1918. Estas anexiones “empujaron” a Polonia en la misma dirección: los polacos cedieron territorio a la URSS y a cambio obtuvieron importantes regiones de la zona oriental de Alemania. Alemania fue la gran perdedora. Además de ser dividida en cuatro zonas de ocupación (soviética, norteamericana, británica y francesa) cedió más de cien mil kilómetros cuadrados a Polonia y la URSS. La otra potencia del Eje, Italia, perdió sus colonias y la península de Istria que se anexionó Yugoslavia.

En Asia, Japón vio desaparecer su imperio y tuvo que abandonar los territorios que controlaba en China, Corea y la isla de Formosa (Taiwán).

Esta ligera modificación de fronteras se vio acompañada de desplazamientos masivos de población. Entre once y doce millones de alemanes abandonaron sus hogares en la zona oriental de Europa (URSS, Polonia, Sudetes en Checoslovaquia, Balcanes) y marcharon hacia lo que quedaba de Alemania. Aproximadamente dos millones de polacos de la antigua Polonia oriental fueron reinstalados en las regiones occidentales arrebatadas a Alemania. Medio millón de finlandeses abandonaron las regiones anexionadas por la URSS y una parte importante de los húngaros que vivían en Eslovaquia tuvieron que salir del país. En el continente asiático, siete millones de japoneses dispersos por su antiguo imperio tuvieron que retornar al archipiélago nipón.

6.3. La Organización de las Naciones Unidas

A propuesta de Roosevelt, la Conferencia de Yalta decidió crear una Organización de las Naciones Unidas (ONU) que sustituyera a la Sociedad de Naciones. En abril de 1945 se reunió una Conferencia en San Francisco a la que acudieron delegaciones de cincuenta países. Tras dos meses de debates, la Conferencia aprobó la Carta de las Naciones Unidas el 25 de junio. En ella se proclamaba los cuatro grandes objetivos de las Naciones Unidas: mantener la paz y la seguridad internacional, fomentar las relaciones amistosas entre los países, fomentar la cooperación internacional en todos los ámbitos y servir de centro impulsor que armonizase los esfuerzos de las naciones para conseguir estos propósitos.

Partiendo de la experiencia de la Sociedad de Naciones, la ONU trató de eliminar las razones de su fracaso. La organización debía ser realmente universal, debía poseer un mecanismo que le permitiera intervenir en las crisis mundiales, debía entender en temas económicos, sociales y culturales y, por último, debía configurarse como la defensora de los derechos humanos y de los derechos de los pueblos.

La ONU se dotó de unas instituciones entre las que destaca el Consejo de Seguridad, su órgano principal y de mayor poder decisorio. El Consejo tenía la potestad de adoptar resoluciones obligatorias para los Estados miembros. Las cinco potencias vencedoras de la guerra (EEUU, la URSS, Gran Bretaña, Francia y China) tendrían derecho de veto sobre cualquier resolución. La ONU nació en medio de grandes expectativas, sin embargo, la ruptura entre los Aliados con el inicio de la guerra fría bloqueó el funcionamiento del Consejo de Seguridad, a través del uso del derecho de veto de las grandes potencias enfrentadas, y paralizó en gran medida a la organización.

6.4. El orden económico mundial: Bretton Woods


Hacia el final de la guerra los aliados llevaban ya tiempo preocupándose por el orden económico internacional que se instauraría cuando finalizase la contienda. La comunidad internacional, liderada por EE.UU. y Gran Bretaña, había aprendido de los errores cometidos tras la Primera Guerra Mundial y durante la crisis económica de los años treinta. Los dirigentes norteamericanos esta vez sí asumieron el protagonismo que su reforzada posición política, militar y económica le confería y que habían rechazado en la anterior posguerra. La cooperación internacional en materia económica sustituyó a las políticas de «sálvese quien pueda» del período interbélico.

En 1944 se celebró, en Breton Woods, New Hampshire, Estados Unidos, la Conferencia Monetaria y Financiera Internacional. Los acuerdos que en ella se alcanzaron resultaron decisivos para la configuración económica del mundo de postguerra, con la exclusión del bloque comunista.

Especial importancia han tenido el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que todavía hoy desempeñan un papel destacado en la economía internacional. Al Fondo Monetario Internacional se le asignó la tarea de velar por el buen funcionamiento del sistema de pagos entre países que debería constituir el marco adecuado para el relanzamiento de las relaciones económicas (comerciales, financieras, etc.) internacionales. El Banco Mundial se dedicó inicialmente a financiar la reconstrucción de una Europa que, a diferencia de los EE.UU., atravesaba una situación económica de extrema dificultad como consecuencia de la guerra: la penuria, incluso en forma de escasez extrema de alimentos y otras necesidades básicas (vivienda, vestido, etc.), era general entre la población del continente.

Especialmente difícil era la situación de unos 40 millones de desplazados, sin contar los millones de alemanes huidos del este de Europa para evitar caer en manos de las tropas soviéticas ni los de trabajadores extranjeros llegados, de grado o por fuerza, a Alemania durante la guerra. Al alivio de esos agudos problemas contribuyó, la UNRRA (Administración de Naciones Unidas de Socorro y Reconstrucción), antecedente directo del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) contemporáneo.