La selva guatemalteca escondía una joya bajo metros de vegetación, una joya con forma de ciudad prehispánica que tan solo conocían los saqueadores, que asuelan el continente llevándose el patrimonio latinoamericano. Los arqueólogos de la Southern Methodist University siguieron durante días a los expoliadores por el país centroamericano hasta dar con los restos de una ciudad maya en la selva de Petén, oculta bajo metros de follaje y a unos 35 kilómetros de Tikal, una de las ciudades más grandes de la civilización maya.
La ciudad de Holtun fue hallada el pasado mes de mayo, con el apoyo de un GPS que determinó la existencia de estructuras enterradas, lo que permitió que emergiera tras varios siglos oculta para los investigadores. Se trata de una ciudad "como Denver o Atlanta -una Valladolid hispana- dentro de la civilización maya, que llegó a tener unos 2.000 habitantes fijos entre los años 600 a.C. y 300 d.C [es decir, en el periodo Preclásico]" comentó Brigitte Kovacevich, director del grupo de estudio.
Esta ciudad puede aportar mucha información sobre el funcionamiento de los núcleos urbanos secundarios en el mundo maya, núcleos tradicionalmente fuera del foco de los científicos. A Kovacevich le resulta realmente interesante el estudio de los enterramientos de los reyes, puesto que apenas se han encontrado necrópolis del periodo para monarcas. Holtun, según apuntan los primeros estudios, contaba con una pirámide de grandes dimensiones que ahora está enterrada bajo toneladas de tierra y plantas.
Unos meses antes, otro grupo de arqueólogos contribuyó a seguir desenmarañando la sociedad maya y su historia más específica. En el yacimiento de Toniná, en la región mexicana de Chiapas, miembros del Instituto Nacional de Antropología e Historia del país centroamericano descubrieron dos esculturas perfectamente conservadas de guerreros apresados y condenados a muerte. Conocidos como los Guerreros de Copán, tienen el pelo recogido con dos cintas, rito al que eran sometidos los prisioneros antes de ser decapitados. Lo más llamativo son los grabados con jeroglíficos con los que están marcados en el pecho y ropas.
Las esculturas, debían ser cuatro en total, estaban situadas en cada una de las cuatro esquinas del recinto religioso del juego de pelota. Los presos, que también ocuparon esos lugares en vida, fueron sacrificados, de acuerdo a las creencias mesoamericanas, para bendecir el nacimiento del templo, una costumbre habitual entre los mayas, según los arqueólogos.
Las estatuas, talladas en el final del siglo VII o comienzos del VIII, prueban la existencia de una alianza entre las ciudades vecinas de Copán y Palenque contra Toniná por el control del agua del río Usumacinta. El señor de Toniná las mandó construir como muestra de su victoria y para que esta fuera recordada por sus súbditos. Lo más llamativo de la influencia cultural de esa guerra es que los chiapanecos, tras sufrir sus primeras derrotas, cambiaron completamente su teogonía destruyendo el templo del juego de pelota previo y reconstruyéndolo después para dedicarlo a las victorias guerreras
Fuente: publico.es