Diego García de Paredes (1466-1534), conocido como “El Sansón de Extremadura”, es una figura fascinante y poco reconocida de la historia de España. Este soldado extremeño, cuya vida transcurrió en el apogeo del imperio español bajo los Reyes Católicos y Carlos I, encarna el arquetipo del guerrero renacentista: valiente, ingenioso y dotado de una fuerza física casi legendaria. Sus hazañas en las guerras italianas, su lealtad a la corona y su carácter indomable lo convirtieron en un héroe de su tiempo, aunque hoy su nombre permanece en la sombra, eclipsado por figuras como Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. Este texto busca rescatar su legado, explorando su vida, sus proezas y el contexto histórico que lo moldeó, basándose en crónicas de la época y análisis históricos modernos.
Orígenes y formación de un guerrero
Diego García de Paredes nació en 1466 en Trujillo, Extremadura, una región que dio al mundo conquistadores como Francisco Pizarro y Hernán Cortés. Hijo de una familia hidalga de recursos modestos, Diego creció en un entorno donde el honor y la destreza militar eran valores supremos. Desde joven, destacó por su fuerza física y su habilidad con las armas, características que le valieron el apodo de “Sansón” por su parecido con el héroe bíblico. Según las crónicas de Gonzalo Fernández de Oviedo, Diego podía manejar espadas pesadas y realizar hazañas que asombraban a sus contemporáneos, como levantar grandes pesos o enfrentarse a varios oponentes a la vez.
En su juventud, se formó en el arte de la guerra, participando en las campañas finales de la Reconquista contra el reino nazarí de Granada (1482-1492). Estas experiencias tempranas le dieron un entrenamiento práctico en combate y lo introdujeron en el servicio de los Reyes Católicos, quienes buscaban consolidar su poder en la península y proyectarlo hacia Europa. Sin embargo, fue en las guerras italianas donde Diego forjaría su leyenda, en un periodo de intensa rivalidad entre España, Francia y las ciudades-estado italianas por el control de la península itálica.
Las guerras italianas: El escenario de su gloria
A finales del siglo XV, Italia se convirtió en un campo de batalla donde las potencias europeas disputaban territorios estratégicos como Nápoles y Milán. España, bajo el mando de generales como el Gran Capitán, desplegó ejércitos que combinaban la disciplina de los tercios con la ferocidad de soldados como Diego García de Paredes. Diego participó en campañas clave entre 1495 y 1512, destacando en batallas como Cerignola (1503) y Garigliano (1503), donde las fuerzas españolas derrotaron a los franceses y consolidaron el dominio español en el sur de Italia.
Una de sus hazañas más célebres ocurrió durante el asedio de una fortaleza italiana, posiblemente en el contexto de las guerras napolitanas. Según las crónicas, Diego, enfrentado a un grupo de enemigos que intentaban bloquear una puerta, arrancó una viga de madera y la usó para mantener abierta la entrada, permitiendo el paso de sus compañeros. Este acto, que combina fuerza física y audacia táctica, se convirtió en un relato recurrente en las historias de la época. Otra anécdota, narrada por el cronista Pedro Mexía, describe cómo Diego se defendió solo contra una veintena de soldados franceses en un puente estrecho, matando a varios y obligando al resto a huir. Estas historias, aunque probablemente embellecidas, reflejan la admiración que inspiraba entre sus contemporáneos.
Diego no solo era un combatiente excepcional; también mostró lealtad y un sentido del honor que lo llevaron a protagonizar episodios de caballerosidad. En una ocasión, tras derrotar a un caballero francés en un duelo singular, se negó a tomar su vida, ganándose el respeto incluso de sus adversarios. Sin embargo, su temperamento impetuoso también le causó problemas. En 1502, durante una disputa en Barletta, Diego mató a un noble italiano en un duelo, lo que lo obligó a huir temporalmente para evitar represalias. Este incidente revela su carácter complejo: un hombre de valor innegable, pero también impulsivo y desafiante.
Su papel en la conquista de América y el ocaso de su vida
Aunque Diego García de Paredes es más conocido por sus hazañas en Europa, también participó en las primeras etapas de la colonización americana. En 1514, acompañó a Pedrarias Dávila en la expedición a Panamá, donde sirvió como capitán y explorador. Su experiencia militar fue crucial en la fundación de asentamientos como Nombre de Dios, pero las condiciones hostiles del Nuevo Mundo, junto con las rivalidades entre los conquistadores, limitaron su impacto. A diferencia de Cortés o Pizarro, Diego no buscó gloria personal en América, sino que actuó como un soldado leal al servicio de la corona.
De regreso a España, Diego continuó sirviendo en campañas militares, pero su salud comenzó a deteriorarse debido a las heridas acumuladas y los rigores de una vida en combate. Pasó sus últimos años en su Trujillo natal, donde se dedicó a administrar sus modestas propiedades. Murió en 1534, a los 68 años, dejando tras de sí una reputación de héroe local, pero sin el reconocimiento nacional que merecía. Su testamento, conservado en archivos históricos, refleja su humildad: pidió ser enterrado sin grandes fastos, en contraste con la grandiosidad de sus hazañas.
Legado y olvido
El legado de Diego García de Paredes es un ejemplo de cómo la historia selecciona a sus héroes. A pesar de ser celebrado por cronistas como Oviedo y Mexía, su fama no trascendió como la de otros contemporáneos. Esto se debe, en parte, a la falta de un cronista personal que inmortalizara su vida, como ocurrió con Cortés o el Gran Capitán. Además, la historiografía española, influida por la “leyenda negra” y los debates sobre el imperialismo, ha tendido a minimizar las figuras de soldados como Diego, cuya vida no encaja fácilmente en narrativas modernas de heroísmo.
Sin embargo, su figura sigue siendo relevante. Diego representa el espíritu de una España en transición, que pasó de la Reconquista a convertirse en una potencia global. Su fuerza física y su valentía simbolizan la determinación de los hombres que forjaron el imperio español, mientras que sus defectos –impulsividad, conflictos personales– lo humanizan y lo alejan del mito inalcanzable. En Extremadura, su memoria perdura en relatos populares y en nombres de calles, pero a nivel nacional sigue siendo un héroe olvidado.
Reflexión final
Diego García de Paredes, el Sansón de Extremadura, fue más que un soldado de fuerza prodigiosa; fue un hombre que encarnó los valores y contradicciones de su tiempo. Su vida, llena de hazañas que rozan lo legendario, nos invita a reconsiderar quiénes son los héroes que merecen un lugar en la historia. En un mundo donde las narrativas históricas están en constante revisión, rescatar figuras como Diego no solo enriquece nuestro entendimiento del pasado, sino que nos recuerda la complejidad de aquellos que, con espada en mano, ayudaron a dar forma al destino de España.